Preguntas Frecuentes
El dolor anal es un síntoma que siempre debe considerarse anormal. Estar atentos a las condiciones precipitantes y a los síntomas asociados puede ayudar a descubrir la causa de dicho síntoma. En muchos casos se trata de una condición que puede ser manejada médicamente de manera ambulatoria, sin embargo, existen patologías que ameritan manejo intrahospitalario o inclusive cirugía.
Todo dolor anal que se presente por más de 48 horas debe ser valorado por un especialista en Coloproctología. De la misma manera se debe prestar atención a las características del dolor tales como su asociación con la defecación, el aseo genital, el ciclo menstrual y la actividad sexual. Es importante diferenciar si el dolor se presenta de una manera constante o intermitente, si se agrava con el tiempo o si se encuentra acompañado de síntomas de alarma como sangrado, fiebre, sensación de masa o secreción perianal que logra manchar la ropa interior. Cualquiera de estas condiciones debe ser valoradas por un especialista en Coloproctología para establecer el diagnóstico oportuno e instaurar las medidas terapéuticas necesarias.
Una de las condiciones más frecuentes se trata de la patología hemorroidal. Las hemorroides son un grupo de venas ubicadas en la parte terminal del recto y el ano, que pueden eventualmente sufrir traumatismos o estar sometidos a estancamientos de sangre que terminan con la formación de un coágulo que pueden generar dolor. Este dolor se acompaña de sensación de masa en el ano y en algunas ocasiones acompañado de sangrado, limitando la funcionalidad de la persona. El dolor se incrementa con el contacto directo y pueden producir sangrado con el aseo anal. Su tratamiento puede ir desde medias básicas como baños de asiento y analgesia o en ocasiones drenaje quirúrgico. Es importante la valoración del especialista para determinar el mejor tratamiento de estas.
La piel del ano es un tejido delicado y que goza de una rica inervación sensitiva haciendo que pueda ser lesionada con facilidad por diversas causas. Una fisura anal es un desgarro de la piel del ano precipitada generalmente por heces voluminosas y duras como es el caso de las personas que padecen estreñimiento, traumatismos mecánicos o aseo agresivo como en el caso de los pacientes con diarreas crónicas. Existen causas menos comunes de las fisuras como son: Enfermedades de transmisión sexual, enfermedad inflamatoria intestinal (especialmente enfermedad de Crohn) o asociados a estados de inmunosupresión.
Se presentan con un dolor intenso asociado a la defecación, que puede tener una duración variable que alcanza inclusive horas. Es común encontrar asociado además un sangrado rojo rutilante característico y sensación de escozor perianal. El tratamiento de la fisura anal se inicia con medidas para mejorar la defecación, favoreciendo que las heces sean blandas, formes y voluminosas a través de la utilización de suplementos de fibra. También se incluyen baños de asiento, analgésicos locales o sistémicos y relajantes musculares tópicos que ayudan a la cicatrización. En casos seleccionados o que no responden al tratamiento pueden requerir un manejo más complejo con inyección de toxina botulínica o inclusive cirugía. Es importante la guía de un especialista para determinar el tipo tratamiento y de esta manera disminuir la posibilidad de no cicatrización y recurrencia teniendo en cuenta que esto podría tener como consecuencia alteraciones permanentes en la continencia fecal.
Para favorecer la defecación, el cuerpo humano consta de unas glándulas productoras de moco que actúan como lubricante y que permiten el paso de las haces de manera expedita a través del ano. En ocasiones estas glándulas pueden presentar obstrucciones en la salida del moco y favorecer la colonización bacteriana y originar una cavidad llena de pus que se denomina absceso. A su vez, de no conseguirse un drenaje oportuno de este, el pus tiende a generar un trayecto de drenaje hasta la piel que se denomina fístula. El absceso genera dolor intenso en la región perianal, acompañado de sensación de masa o tumefacción, coloración roja y calor. Es posible que este genere fiebre o compromiso del estado general en pacientes con compromiso del sistema inmune. Si se encuentran estos síntomas debe consultarse manera inmediata al especialista para iniciar el tratamiento de este, que se fundamenta en el drenaje quirúrgico, el cual hasta en un 50% pueden condicionar aparición de fístula. Estas últimas pueden requerir medidas como la colocación de un seton, que es un dispositivo sintético que favorece el drenaje de la pus y la disminución de la inflamación o inclusive la realización de cirugías complejas con la intención de corregir dicho trayecto.
Existe un diverso grupo de enfermedades de transmisión sexual que encuentran el tejido perianal en su asiento y conducen a la generación de síntomas como dolor, picazón, humedad y sensación de masa. Entre las causas más frecuentes tenemos la gonorrea, infección por clamidia, citomegalovirus, herpes genital, sífilis y verrugas producidas por el VPH. La detección temprana por una especialista mejora las posibilidades de curación y de disminuir las complicaciones derivadas.
Es una enfermedad inflamatoria intestinal que se caracteriza por la inflamación del tracto digestivo, que puede afectar cualquiera de sus partes incluyendo el ano. La enfermedad de Crohn puede causar dolor abdominal, debilidad generalizada, diarrea sanguinolenta y presentar complicaciones que pueden poner en riesgo la vida de las personas. En la región perianal puede presentarse como pliegues cutáneos, fisuras, fistulas y abscesos de difícil manejo, que requieren de la valoración por un especialista para su diagnóstico y tratamiento.
Este no se considera una causa frecuente de dolor perianal, sin embargo, debido a su gravedad, al aumento en la incidencia de dicha patología y de las condiciones que puede estar asociadas a su aparición (infección por VPH, Enfermedad de Crohn, etc) debe ser descartada por un especialista en el momento de la valoración del dolor anal. El cáncer anal, puede presentarse con dolor crónico, que no siempre es intenso, acompañado de sangrado, sensación de masa, y cambios en las características de la defecación. Para su diagnóstico se requiere la realización de un estudio endoscópico por un especialista y la toma de una biopsia confirmatoria. El tratamiento puede incluir esquemas de quimioterapia, radioterapia o en casos seleccionados cirugía.
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